Llegó entre dudas y para colmo él mismo les dio de comer a los que no creían en él cuando haciendo gala de una honestidad suicida dijo: “En Boca es tradicional el centrodelantero metido como cuña, penetrante, veloz y de remate violento. No soy un Varallo, un Bernabé, un Masantonio o nada que se parezca a otros “cañoneros”. Mi forma de jugar quizás se asemeja a Zozaya”. Claro, el problema era que Boca no buscaba el juego fino y elegante del Profesor Alberto Zozaya, sino un animal del gol, un tipo que la mandase a guardar tupido para reemplazar al recientemente retirado Panchito. Y al principio pareció darles la razón: el tipo era alto y flaco, fino, elegante, nada que ver con los centrodelanteros potentes y metedores tan caros al paladar Xeneize. Y no parecía obsesionarse con el gol, sino con la construcción de la jugada, con tirar paredes y meter pases filosos. Es cierto, venía de brillar en Ferro junto a sus compinches Gandulla y Emeal con los que conformaba la Pandilla Verdolaga y Boca se trajo al terceto completo, con la esperanza de que reprodujesen sus hazañas pero en azul y oro. Rapidito nomás se encargó de dejar en claro que no se juzga un libro por su tapa.
Jaime Sarlanga había nacido en Tigre, un 24 de febrero de 1918, y había hecho infantiles en el Sportivo Delta para pasar a inferiores de Tigre, club en el que debutó en Primera en 1935. Allí permaneció hasta 1937, cuando pasó a Ferro y empezó a hacer de las suyas con Gandulla y Emeal, marcando 47 goles en 80 partidos. Esos goles lo llevaron a Boca en 1940 y, contra todo pronóstico, “Piraña” (apodo que traía desde pibe por su parecido físico con el personaje de la historieta del diario crítica: “El Pibe Piraña”) empezó a pagar en contante y sonante. Cosas del destino debutó contra Tigre (3-2) el 7 de abril del 40, y marcó su primer gol Xeneize contra Ferro (1-1), dos semanas después. Porque de sus magros dos goles en sus primeros siete partidos, pasó a meterla por duplicado contra Huracán en la octava fecha y no paró más… La embocó en diez partidos consecutivos, marcando 12 goles, se dio un respiro de un par de fechas y siguió inflando redes hasta totalizar 24 goles en 30 partidos. Una bestialidad que le sirvió además para convertirse en el goleador del… campeón de 1940. En su primera temporada en azul y oro ya era el máximo artillero y también campeón.
Ya no había dudas de la capacidad goleadora de ese muchachito espigado, pero encima estaba lo otro, lo que jugaba. Cerebral y talentoso, era de esos 9 que se tiraban atrás –como lo sería el Toti Veglio décadas más tarde- para meter pases en cortada a los wines que llegaban a la carrera. El Atómico Boyé diría que Sarlanga fue quien mejor explotó su velocidad. Pío Corcuera lo definiría como “la elegancia, la clase, la sutileza. Un técnico, un cerebro. ¿Qué más puedo decir?”. Cuenta la leyenda que Piraña jugaba con medias de seda debajo de las de fútbol. El refugio perfecto para los dos pinceles que tenía en los pies. La hinchada le cantaba al son la milonga de Homero Manzi “Ropa Blanca”: “La pelota baila en el aire, Sarlanga la hace bailar”. El tipo eran sencillo, elegante en la pilcha, le gustaba jugar al billar e ir a escuchar tango, o pasear por el balneario “El ancla” en Olivos. Eso sí, los domingos jamás faltaba a lo de su vieja, a comer los ravioles que ella le preparaba antes de ir a jugar. Otros tiempos.
En el ’41, Piraña lograría un récord en azul y oro todavía inigualado: el 6 de abril, casi un año después de su debut, marcó 6 goles en el 7-2 sobre Atlanta y se convierte en el único jugador Xeneize en lograr esa marca en el profesionalismo. Abrió el marcador al minuto, y lo cerró a los 84; los otros fueron a los 28, 32, 44, y 62, dos de ellos de penal. Ese torneo arrancaría con todo, metiendo 17 goles en sus primeros 10 partidos, pero luego sufriría una lesión que lo alejaría unos meses de las canchas. El 42 sería un año de transición para Boca y también para Piraña, en el que Sarlanga aportaría 11 goles en 21 partidos.
Pero en 1943 se acabarían las transiciones y vendría toda la gloria junta. Con los refuerzos del Atómico Boyé y Severino Varela, uno a cada costado, más el épico mediocampo Sosa-Lazzatti-Pescia a sus espaldas, Boca construyó un equipo que dio cátedra en las canchas argentinas y redujo a la famosa “Máquina” riBerplatense a poco más que un mecano. En 1943-44 Boca se consagró bicampeón en lo que constituyó una bisagra en la historia del fútbol argentino, por ser la primera vez que los dos clubes más grandes pelearon un campeonato mano a mano hasta el final. Y en ambas oportunidades el campeón fue el Xeneize. Ese equipo además estuvo más de tres años sin perder en La Bombonera, llegó a los 26 partidos invicto e hizo explotar todas las taquillas. Esa formación que sale de memoria iba con Vacca; Marante, Valussi; Carlos Sosa, Lazzatti, Pescia; Corcuera, Mariano Sánchez, Boyé, Sarlanga y Varela. Piraña jugaría 49 partidos y marcaría 33 goles entre ambos torneos. El 12 de septiembre de ese año, se fundó el Club Piraña, en honor al talento que desparramaba Sarlanga en las canchas argentinas.
Piraña jugaría en Boca hasta el 19 de septiembre de 1948, cuando se despidió con un gol ante Independiente. Le trajeron todos los delanteros de moda, pero jamás consiguieron sacarle el puesto. Tenía demasiada clase. Sarlanga gastó sus últimos cartuchos en el Lobo platense, para retirarse en 1950. Con la azul y oro disputó 220 partidos oficiales –fue titular en 219- y marcó 129 goles, logrando 3 títulos locales y 5 copas (tres nacionales: Carlos Ibarguren 1940 y 1944, y Copa Competencia 1946. Dos internacionales: Confraternidad Escobar-Gerona 1945 y 1946). Ese del que dudaban si podía ser el 9 de Boca, es el quinto máximo goleador de nuestra historia. Fue técnico Xeneize en 1955, reemplazando a Lazzatti, quien había logrado el título del ’54. Terminó tercero, pero no se sintió cómodo. Era demasiado tranquilo, demasiado buen tipo. El corazón del Piraña se apagó una 23 de agosto de 1966, mientras dormía la siesta en lo de su vieja. Apenas tenía 50 años.
Jaime Sarlanga había nacido en Tigre, un 24 de febrero de 1918, y había hecho infantiles en el Sportivo Delta para pasar a inferiores de Tigre, club en el que debutó en Primera en 1935. Allí permaneció hasta 1937, cuando pasó a Ferro y empezó a hacer de las suyas con Gandulla y Emeal, marcando 47 goles en 80 partidos. Esos goles lo llevaron a Boca en 1940 y, contra todo pronóstico, “Piraña” (apodo que traía desde pibe por su parecido físico con el personaje de la historieta del diario crítica: “El Pibe Piraña”) empezó a pagar en contante y sonante. Cosas del destino debutó contra Tigre (3-2) el 7 de abril del 40, y marcó su primer gol Xeneize contra Ferro (1-1), dos semanas después. Porque de sus magros dos goles en sus primeros siete partidos, pasó a meterla por duplicado contra Huracán en la octava fecha y no paró más… La embocó en diez partidos consecutivos, marcando 12 goles, se dio un respiro de un par de fechas y siguió inflando redes hasta totalizar 24 goles en 30 partidos. Una bestialidad que le sirvió además para convertirse en el goleador del… campeón de 1940. En su primera temporada en azul y oro ya era el máximo artillero y también campeón.
Ya no había dudas de la capacidad goleadora de ese muchachito espigado, pero encima estaba lo otro, lo que jugaba. Cerebral y talentoso, era de esos 9 que se tiraban atrás –como lo sería el Toti Veglio décadas más tarde- para meter pases en cortada a los wines que llegaban a la carrera. El Atómico Boyé diría que Sarlanga fue quien mejor explotó su velocidad. Pío Corcuera lo definiría como “la elegancia, la clase, la sutileza. Un técnico, un cerebro. ¿Qué más puedo decir?”. Cuenta la leyenda que Piraña jugaba con medias de seda debajo de las de fútbol. El refugio perfecto para los dos pinceles que tenía en los pies. La hinchada le cantaba al son la milonga de Homero Manzi “Ropa Blanca”: “La pelota baila en el aire, Sarlanga la hace bailar”. El tipo eran sencillo, elegante en la pilcha, le gustaba jugar al billar e ir a escuchar tango, o pasear por el balneario “El ancla” en Olivos. Eso sí, los domingos jamás faltaba a lo de su vieja, a comer los ravioles que ella le preparaba antes de ir a jugar. Otros tiempos.
En el ’41, Piraña lograría un récord en azul y oro todavía inigualado: el 6 de abril, casi un año después de su debut, marcó 6 goles en el 7-2 sobre Atlanta y se convierte en el único jugador Xeneize en lograr esa marca en el profesionalismo. Abrió el marcador al minuto, y lo cerró a los 84; los otros fueron a los 28, 32, 44, y 62, dos de ellos de penal. Ese torneo arrancaría con todo, metiendo 17 goles en sus primeros 10 partidos, pero luego sufriría una lesión que lo alejaría unos meses de las canchas. El 42 sería un año de transición para Boca y también para Piraña, en el que Sarlanga aportaría 11 goles en 21 partidos.
Pero en 1943 se acabarían las transiciones y vendría toda la gloria junta. Con los refuerzos del Atómico Boyé y Severino Varela, uno a cada costado, más el épico mediocampo Sosa-Lazzatti-Pescia a sus espaldas, Boca construyó un equipo que dio cátedra en las canchas argentinas y redujo a la famosa “Máquina” riBerplatense a poco más que un mecano. En 1943-44 Boca se consagró bicampeón en lo que constituyó una bisagra en la historia del fútbol argentino, por ser la primera vez que los dos clubes más grandes pelearon un campeonato mano a mano hasta el final. Y en ambas oportunidades el campeón fue el Xeneize. Ese equipo además estuvo más de tres años sin perder en La Bombonera, llegó a los 26 partidos invicto e hizo explotar todas las taquillas. Esa formación que sale de memoria iba con Vacca; Marante, Valussi; Carlos Sosa, Lazzatti, Pescia; Corcuera, Mariano Sánchez, Boyé, Sarlanga y Varela. Piraña jugaría 49 partidos y marcaría 33 goles entre ambos torneos. El 12 de septiembre de ese año, se fundó el Club Piraña, en honor al talento que desparramaba Sarlanga en las canchas argentinas.
Piraña jugaría en Boca hasta el 19 de septiembre de 1948, cuando se despidió con un gol ante Independiente. Le trajeron todos los delanteros de moda, pero jamás consiguieron sacarle el puesto. Tenía demasiada clase. Sarlanga gastó sus últimos cartuchos en el Lobo platense, para retirarse en 1950. Con la azul y oro disputó 220 partidos oficiales –fue titular en 219- y marcó 129 goles, logrando 3 títulos locales y 5 copas (tres nacionales: Carlos Ibarguren 1940 y 1944, y Copa Competencia 1946. Dos internacionales: Confraternidad Escobar-Gerona 1945 y 1946). Ese del que dudaban si podía ser el 9 de Boca, es el quinto máximo goleador de nuestra historia. Fue técnico Xeneize en 1955, reemplazando a Lazzatti, quien había logrado el título del ’54. Terminó tercero, pero no se sintió cómodo. Era demasiado tranquilo, demasiado buen tipo. El corazón del Piraña se apagó una 23 de agosto de 1966, mientras dormía la siesta en lo de su vieja. Apenas tenía 50 años.
Por Alberto Moreno para "Boca es Nuestro"
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"Boca es Nuestro" Todos los jueves de 18.30 a 20.00 hs por Radio Ired. El equipo está conformado por Vanesa Raschella, Eduardo Eliaschev y Claudio Giardino en la conducción. Los columnistas que cubren las principales actividades de nuestro Club son Martín Marzolini en básquet, Vanesa Raschella en futbol femenino, Martín Herrera en fútbol profesional, Jacqueline Vezzosi en divisiones inferiores fútbol masculino, Mariano Reverdito
en el polideportivo, y el invalorable aporte de Alberto Moreno
recordándonos de dónde venimos en cada hecho histórico de nuestro Club.
Con la producción general de Leo Zallio, Gabriel Martin, Fernando Burruso, Martín Herrera, Daniel Lubel y Maximiliano Catanzano en diseño y gráfica.
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