Debutó a pura magia, un 19 de mayo de 1963, convirtiéndose desde el vamos en uno de los pocos privilegiados en ser ovacionado en su estreno en Primera. Pero bueno, como para no, si era talento puro del mejor. Flaquito y esmirriado como era, en cuanto su cintura prodigiosa entraba en acción dejaba en ridículo a quien se le pusiera enfrente. Sus apiladas memorables hacían delirar a las huestes xeneizes que lo adoptaron de inmediato como hijo dilecto. Ese hijo con cara de atorrante y gambeta de demonio se convertiría en titular rápido, gracias a la prepotencia de sus fintas. Tanto que sus partidos 16 y 17 en azul y oro serían anda menos que las finales de la Copa Libertadores y ante el Santos de un tal Pelé…
No pudo ser, pero la ilusión del pueblo bostero con el pibe Rojas quedó servida. Claro, el año ’64 sería bastante particular porque el torneo demoró en arrancar. Había dudas de que siquiera se jugase, debido a la crisis económica que aquejaba a la AFA. Finalmente, empezó un 26 de abril, así que para mantener activos a los equipos se jugaron toneladas de amistosos. Incluso se disputó la Copa Jorge Newbery, que mencionábamos la semana pasada, como escenario de un hermoso 4-0 a riBer. Una semana antes del comienzo del torneo, Boca enfrentó a Huracán por esta Copa amistoso, y un jugador del Globo –un tal Devoto- lo atendió al pibe y lo lesionó feo. Fue por eso que recién pudo volver en las últimas fechas del torneo, aunque le alcanzó para salir campeón. Ese año, además, dejó de ser Rojas –o el Pelado, para los amigos- y se convirtió en Rojitas, en virtud de la llegada del Tanque Alfredo Rojas: el jugador más grande de tamaño y edad se quedó con el apellido original, y el otro se ligó el diminutivo.
Cuestión que la magia de Rojitas volvió en el ’65 ¡y cómo! Genio y figura del Boca que ese año logró el bicampeonato, fue además el segundo goleador del equipo con 14 tantos en 31 partidos. Rojitas era un canto al potrero. La cosa pintaba fenómeno para el año siguiente, pero algo pasó… La noche y los amigos del campeón parecieron atrapar a ese Rojitas que era puro talento pero que no dejaba de ser un pibito de 22 años que despreciaba el entrenamiento y el descanso. Su ’66 fue más bien flojo y el ’67 fue el año en que tocó fondo. Podría haberse perdido todo en ese momento, pero por suerte le cayó la ficha y Rojitas empezó a rescatarse a sí mismo. En el ’68 empezó a levantar su nivel y en el ’69 se veía rompiéndola toda. Pero llegó Alfredo Di Stéfano y le dijo que no lo iba a tener en cuenta, algo que pareció ratificar en la Copa Argentina, en la que el equipo se consagró campeón y Rojitas jugó apenas un partido. Dice la leyenda que fue una estrategia del Di para tocarle el orgullo y que se matase entrenando a la par de sus compañeros. Si así fue, funcionó fenómeno, porque Rojitas la rompió toda en el Nacional ’69 y la historia terminó con vuelta olímpica en la Heladera, la tarde épica de los dos Muñecazos. Rojitas jugó todos los partidos del torneo y fue el goleador junto al Muñeco con 9 tantos.
Pero Di Stéfano se fue y 1970 arrancó con técnico nuevo: José María Silvero, quien fuera compañero de Rojitas en los títulos del 64 y 65, colgó los botines y se calzó el saco de DT. Pasó el Metro de ese año, en el que Boca se acomodó al nuevo técnico, más tradicional que la dinámica europea de Di Stéfano. Y largó el Nacional, en el que Boca se clasificó cómodo como segundo de su zona detrás de Rosario Central. Tras despachar en semis a Chacarita, campeón del año anterior y ganador de su zona, accedió a la final a disputarse en el Mudomental y ante el equipo Canalla. Pero el técnico tenía sus dudas para la formación en el partido decisivo. Y una de ellas tenía que ver justamente con la posición de centro delantero. Rojitas no se había entrenado como se debe en la semana y Silvero barajaba dejarlo afuera para poner en su lugar al Tula Curioni, llegado ese año y con ansias de demostrar la voracidad goleadora que lo había traído de Instituto.
Rojitas se quería morir. ¡Mirá si se iba a quedar afuera justo en la final! Así que, mientras viajaban en el micro hacia la helada Núñez, lo encaró a Silvero y le dijo: “Poneme, José. Poneme que hoy te salvo”. El técnico le dijo que tenía sus dudas, que no lo veía bien, pero Rojitas insistió. Así que Silvero le dijo: “Está bien, pero te juro que si no me salvás… ¡te cago a trompadas!”.
En una cancha de riBer copada por hinchas de Boca, el Xeneize arrancó dominando claramente el partido, pero sería el Canalla el que se pasaría al frente casi de casualidad. A los 41’ Roma intentó sacar rápido, la pelota pegó en Landuchi –volante central canalla- y se metió mansamente en el arco. Tras el impacto inicial, Boca se le fue a la garganta al Canalla, que se refugió contra su arquero, intentando que el tiempo pase. Y definitivamente los minutos se escurrían inexorablemente hacia la vuelta olímpica rosarina, cuando a nueve del final Rojitas empezó a cumplir su promesa. Empezó a hacer eso que hacía como nadie y entró al área por la izquierda, apilando rivales como muñecos para cruzarla de zurda al segundo palo, devolverle el alma al cuerpo a la grey xeneize y mandar el partido al alargue. Y no terminó ahí la cosa, porque en el minuto 108, con apenas 12 por jugarse, volvió a aparecer la cintura mágica para desparramar gente y sacar el centro que Coch conectaría de cabeza haciendo estallar el delirio.
Esa sería su última gran función, su última noche mágica. Al año siguiente Boca jugaría la Libertadores, integrando su grupo con Rosario Central más los peruanos de Universitario y Sporting Cristal. Sería justamente contra estos, por la revancha disputada en La Bombonera, que se desataría una batalla campal –tema de otra columna- que terminó con 19 jugadores expulsados, dos hospitalizados, buena parte de ellos en cana y con Boca descalificado de la Libertadores. Rojitas tuvo un papel importante en el asunto: la había gastado y había marcado el segundo gol(azo) de Boca. Pero sobre el final, cuando Boca buscaba desesperadamente el triunfo, Rojitas se calentó porque el juez no cobró un supuesto penal a Rogel. De pura bronca le metió un planchazo tremendo a un defensor peruano, lo que hizo que se le fueran encima todos los jugadores visitantes. El Chapa saltó a defender a Rojitas y ahí se pudrió todo. El Puma Armando nunca perdonaría lo ocurrido esa noche. Ya nada volvería a ser lo mismo: Rojitas jugaría apenas 11 partidos más en Boca (solo cuatro enteros) y partiría a otros rumbos, con su maravillosa estrella apagándose de a poco, por esas cosas del maldito tiempo que no perdona. Por suerte, la memoria y el amor del Pueblo Xeneize están siempre listos para hacer eternas las gambetas del inolvidable Rojitas.
Por Alberto Moreno para "Boca es Nuestro"
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"Boca es Nuestro" Todos los jueves de 18.30 a 20.00 hs por Radio Ired. El equipo está conformado por Claudio Giardino, Fernando Burruso y Eduardo Eliaschev en la conducción. Los columnistas que cubren las principales actividades de nuestro Club son Martín Marzolini en básquet, Vanesa Raschella en futbol femenino, Martín Herrera en fútbol profesional, Jacqueline Vezzosi en divisiones inferiores fútbol masculino, Mariano Reverdito
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