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ANTES DEL ÚLTIMO VAPOR



Nació un 14 de septiembre en el barrio de Palermo y debutó en River, pero ambos de Montevideo. Aquel River, nació en 1932 de la fusión de dos equipos montevideanos: Olimpia de la Aduana y Capurro, y nuestro héroe revistaba en el primero, haciendo las veces de entre ala o insider izquierdo, lo que después sería un 10 y que en tiempos de formaciones 2-3-5, era  un delantero más. Y así como era, de físico esmirriado y no precisamente alto, el “Gallego” como le decían en tierras orientales, se cansaba de reventar redes. Ni que hablar cuando pasó a Peñarol en 1935 y la rompió toda. Con sus goles llevó a los aurinegros a ser el primer tetracampeón uruguayo, al tiempo que también la rompía con la Celeste: campeón de la Copa América en 1942 (es el tercer máximo goleador uruguayo en ese certamen, con 15 tantos), con su selección jugó 40 partidos y metió 29 goles. Tanta gloria llamó la atención de un Xeneize que había logrado su último título en 1940 y que venía de fumarse un bicampeonato riverplatense y a la bendita Máquina. Había que cortar de raíz el tema y para eso era necesario  buscar figuras relevantes. Como ese “Gallego” que la rompía del otro lado del Plata. Claro, el tipo ya tenía 30 años, una edad jubilatoria para la época y se decía que había un problemita en el ciático, así que Boca no ofreció demasiado, apenas 32.800 pesos, más los pases de Emeal y  Laferrara a Peñarol.

Ante la exigua oferta económica, Severino Varela, tal el nombre de nuestro prócer, dijo “voy, pero a jugar los domingos. Después del partido me tomo el vapor y me vuelvo a Montevideo”. Es que el tipo además de futbolista, era empleado público. Trabajaba en la UTE, la telefónica uruguaya, de lunes a viernes, y se entrenaba por su cuenta en las playas montevideanas. Los viernes armaba su bolsito y se tomaba el Vapor de la Carrera, que lo depositaba en Buenos Aires para calzarse la azul y oro. Pero, a pesar de todos los resquemores y rarezas, el uruguayo anduvo un fenómeno. A ver, si estaba hecho para vestir la gloriosa. Un tipo que jugaba de diez pero dejaba la vida en la cancha. Hábil, técnico, goleador, metía diagonales al centro del área para definir como 9. Y cabeceaba, ¡cómo cabeceaba! Era retacón, pero tenía un dominio perfecto de tiempo y distancia para conectar los centros fenomenales de Lucho Sosa. Y le daba con una potencia increíble. Tanto que algunos pensaban que dentro de la boina escondía algo. ¿Cómo de qué boina? Un bostero de ley sabe que Severino y boina son dos palabras que se conjugan juntas en la lengua xeneize. Varela jugaba con una boina blanca que se convertiría en un éxito de marketing cuando el marketing no existía.

En su primer torneo salió campeón y metió 20 goles en 24 partidos. Como si eso fuese poco hay que sumarle un detallecito: el clásico. Su primer partido ante riBer terminó en derrota 1-3, pero él fue el autor del gol Xeneize. El tema fue en la revancha…  Es el 26 de septiembre de 1943, fecha veinte, ambos rivales se encuentran en La Bombonera con diez fechas por disputarse. Es la segunda vez –la otra fue en 1937- en el Profesionalismo que se enfrentan luchando por la punta. riBer llega primero y Boca segundo y las plumas arrancan ganando desde el vestuario con un tanto de Lousteau. Pero a los 25’ desborda Lucho Sosa y mete el centro pasado al segundo palo por donde aparece Severino como un fantasma para tirarse de palomita y meterle el boinazo letal para el empate de Boca. Pero no terminaría ahí la cosa. No bien empezó el segundo tiempo, otra vez el uruguayo para meterle la derecha a un entrevero en el área y marcar el tanto del triunfo y de la punta arrebatada a riBer. Aquel torneo se definiría en los últimos minutos de la última fecha, con Boca ganándole agónicamente a Ferro en su cancha.  Los goles serían de Sarlanga, pero la jugada del primero, del que destrabaría el título, fue de Severino…

En su primer torneo, Varela ya se había probado la pilcha de ídolo y por eso los directivos de Boca le pusieron delante un cheque en blanco. Pero el uruguayo los sorprendió con su respuesta: “Este cheque es para ahora, el sueldo de la telefónica es para toda la vida”. En la UTE ganaba 120 pesos mensuales, pero Severino era previsor, veía cercano el final de su carrera futbolística y apostaba a lo seguro. Otras épocas. Así que, aunque hubo una mejora sustanciosa en el contrato, Varela siguió así: haciendo reventar las gargantas xeneizes para después correr a agarrar el último vapor a Montevideo. Ahí  le sumó a su entrenamiento caminatas de 30 cuadras y algunos movimientos con el plantel de Miramar de Montevideo. No hacía falta más, porque los domingos justificaba cada centavo. En el torneo del ’44, Boca volvería ser campeón en otro mano a mano memorable con riBer al que volvería a relegar a la segunda posición. Y lo de Severino sería épico. Le convertiría en el 1-1 de la primera rueda, pero otra vez sería determinante en la revancha. Esta vez se jugaba en el Mudomental  y nuevamente faltaban diez fechas para el final. La diferencia esta vez era que ambos estaban empardados en la cima: era una finalísima. Y la ganó Boca con un boinazo de Severino, quien la picó de cabeza para descolocar al arquero José Soriano. Como para redondear, Boca se consagraría campeón el 26 de noviembre, tras derrotar a Racing por 3-0 en… cancha de riBer, así que la vuelta fue en la Heladera. Completito.

En el torneo de 1944, Severino marcaría 15 goles en 21 partidos, así que una vez más la CD xeneize le ofreció un cheque en blanco a llenar con lo que él considerase justo. La respuesta de Severino fue nuevamente sorprendente: “Yo no puedo cobrar lo que no sé si voy a merecer”. Jugaría su último torneo en Boca, el de 1945, en el que se consagraría subcampeón, disputando 22 partidos y marcando 8 tantos. Y se despediría levantando una copa internacional: su último encuentro fue la final de la Copa Confraternidad, en la victoria 3-2 de Boca sobre Nacional. Tras esto partiría a Peñarol para cerrar allí su carrera, el ciático lo tenía a maltraer y él sentía que “le estaba robando a Boca”. Ese “robar” hay que ponerlo entre comillas gigantes: Severino jugó 74 partidos en Boca y marcó 46 goles, de los que cinco fueron a riBer, logró dos títulos de Liga y una copa internacional. De esos 46 tantos 13 fueron de jugada, 14 de penal (una efectividad del 100%) y 16 fueron esos boinazos que el hincha de Boca esperaba ansioso y que Severino siempre tenía a mano para hacer explotar La Bombonera antes de tomarse el último vapor. 

Por Alberto Moreno para "Boca es Nuestro"   


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"Boca es Nuestro" Todos los jueves de 18.30 a 20.00 hs por Radio Ired. El equipo está conformado por Claudio Giardino, Fernando Burruso y Eduardo Eliaschev en la conducción. Los columnistas que cubren las principales actividades de nuestro Club son Martín Marzolini en básquet, Vanesa Raschella en futbol femenino, Martín Herrera en fútbol profesional, Jacqueline Vezzosi en divisiones inferiores fútbol masculino, Mariano Reverdito en el polideportivo, y el invalorable aporte de Alberto Moreno recordándonos de dónde venimos en cada hecho histórico de nuestro Club. Con la producción general de Gabriel Martin, Leo Zallio, Fernando Burruso y Martín Herrera.
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