Una pasión tan intensa
necesitaba un hogar, un lugar que pudiese albergarla, una sede desde la cual
latir hacia el resto del mundo. Y si bien, resulta casi imposible imaginar un
espacio suficiente para contener tanto amor, una vez más nosotros, los xeneizes,
hicimos lo imposible. Si Boca es nuestra religión, La Bombonera es nuestro
Templo. Espacio sagrado, terreno místico, invadido hoy por mercaderes a los que
nada les importa que no sea el dinero. Pero bueno, habrá que hacer lo mismo que
Jesús con los mercaderes del Templo de Jerusalén y hacer tronar el escarmiento.
Porque La Bombonera no se toca, forma parte de lo más profundo de nuestra
identidad. La Bombonera no es “la cancha de Boca”, como piensa nuestro
presidente. Es mucho más que eso. Cancha tienen riBer, Racing, Indesingente,
Huracán, incluso San Lamento. Pero Templo tiene uno solo.
Para entender diferencias
debería alcanzar con escuchar a jugadores propios hablar de ella. Y ni te
cuento de jugadores de otros equipos de la Argentina, de América, del
mundo… Pero bueno, a los mercaderes no
les alcanza. O no lo entienden, quizás porque no son hinchas de Boca. Así que
vamos a viajar hacia atrás en el tiempo para empezar a explicar lo que no
debería necesitar ser explicado a ningún bostero que se precie de tal. Vamos a
octubre de 1922, cuando después de peregrinar por distintos lugares en los que
Boca tuvo sus primeras canchas, se asentó en Brandsen, Del Crucero (hoy Del Valle Iberlucea), Aristóbulo
del Valle y las vías del Ferrocarril Sud. Ese año, en ese
predio en el que la cancha de Boca se asienta desde hace 95 años, se levantó la
tribuna oficial de la cancha que se inauguraría el 6 de
julio de 1924, con un partido ante Nacional de Montevideo
(victoria 2-1). Casi un siglo de estar ubicados en el corazón de la República
de La Boca.
Ese mismo
año, huyendo del fascismo que empezaba a extender sus negros tentáculos por
Europa, llegó a la Argentina un esloveno de 29 años, llamado Viktor Sulcic. El joven, de profesión
arquitecto, se había recibido en la Universidad de Trieste, en Italia. El
problemita fue que al llegar a nuestro país se dio que como consecuencia de una
reestructuración académica en Italia, no podía revalidar su título en la
Argentina. Así que aunque no podía firmar sus obras, se dedicó a diseñar
distintas construcciones con firmas ajenas. Hasta que conoció al ingeniero Jose
Luis Delpini y al geómetra Raul Bes, con
quienes formó el estudio Delpini-Sulcic-Bes. Sería este estudio, con
diseño de Sulcic, el encargado de construir el nuevo edificio del Mercado del
Abasto. Inaugurado en 1934, fue una obra tan espectacular que recibió numeroso
premios.
Mientras
tanto, en La Boca, la vieja cancha de madera se mostraba insuficiente para
albergar a las huestes xeneizes. Por eso en 1937, la comisión directiva encabezada por el Dr. Camilo
Cichero decidió que era necesaria una estructura de cemento, más sólida y
resistente. Llamó a convocatoria y el proyecto ganador fue el del estudio Delpini-Sulcic-Bes. Así fue como el 18 de febrero de 1938 se
colocó la piedra fundamental en presencia del presidente Agustín P. Justo.
Boca usaría por última vez su estadio de madera el 10 de abril de ese año, y de
allí en más haría de local en Ferro hasta que la nueva cancha estuviese lista
para ser inaugurada.
El
diseño corrió a cargo de Sulcic quien se había convertido en un experto en el
uso de hormigón armado y que demostró todo su talento al saber exprimir al
máximo el escaso espacio con el que contaba y elaborar un diseño que hacía del
defecto virtud, ya que gracias a ese poco espacio, La Bombonera tendría una
estructura casi imposible de encontrar en otro estadio, con una inclinación de
las gradas que genera la acústica incomparable que tiene, además del efecto
intimidante que tan bien describió alguna vez el Beto Márcico, donde parece
que nos e alcanza a ver el cielo y que
las tribunas se vienen encima. Orginalmente, estaba pensada una cuarta tribuna,
donde hoy están los palcos, pero esta no llegó a construirse.
¿Cómo se financió? No fue necesario ningún
jeque árabe ni magnate ruso. Se hizo a pulmón, a lo Boca: Camilo Cichero
saco una hipoteca sobre su casa para poder contar con los fondos suficientes
para iniciar la obra. Como ese dinero alcanzaba para comenzar la
construcción, pero no para completarla, el presidente (democráticamente
elegido) de la Nación, Roberto Marcelino Ortiz, le otorgó un préstamo al club.
A cambio su yerno, Eduardo Sánchez Terrero, se quedaría con la presidencia del
club sucediendo a Cichero. El Templo se inauguraría durante la presidencia de
Terrero.
Inauguración
que como sabe todo boquense de ley conmemoramos hoy. El sábado 25 de mayo de
1940 a las 11 de la mañana y ante casi 60.000 personas, Cichero cortó las
cintas celestes y blancas pertinentes, realizando la inauguración oficial. Y,
aunque aún faltaba completar la obra –todavía no estaba terminada justamente la
actual tribuna “Natalio Pescia”, ni la tercera bandeja- eso no impidió que el
cardenal monseñor Santiago Copello bendijese el nuevo estadio. Con la presencia
de históricos como los hermanos Farenga, varios integrantes de la gira del ’25
como Américo Tesoriere –quien izó la bandera argentina- , y el primer ídolo
xeneize, Pedro Calomino, quien izó la enseña azul y oro, y tras el discurso del
vicepresidente Antonio Llach, salieron a la cancha los primeros equipos de Boca
y San Lorenzo, para disputar un amistoso.
Boca formó
con Estrada, Ibáñez, Valussi, Viana, Lazzatti, López, Tenorio, Alarcón,
Sarlanga, Gandulla y Sohn. El retraso en las ceremonias hizo que el partido
durase 70 minutos: todavía no estaba inaugurado el sistema lumínico, así que
los corría la falta de luz. Igual le alcanzó al xeneize para ganar 2-0 con
goles de Ricardo Alarcón y Aníbal Tenorio. Alarcón tendría el honor de ser el autor del primer gol de Boca en La Bombonera
y repetiría en el debut por los puntos, el 2 de junio de 1940, en la victoria
por 2-0 frente a Newell’s. La fiesta continuó a la noche, con una gran comida
popular, animada por la orquesta típica de Juan de Dios Filiberto. Ese 25 de
mayo nacería el Gran Templo de la Pasión Bostera, que en sus 77 años de vida
construiría una mística única, incomparable, admirada en todo el planeta: la
revista británica 4-4-2, por ejemplo, eligió a La Bombonera como el mejor estadio
entre los 100 mejores del mundo. Y no fue por capacidad, instalaciones, lujos o
tecnología alguna, sino por un intangible infinitamente más valioso. Porque
asientos, whi fi, estacionamientos, ascensores, pantallas led o lo que sea, lo
tiene cualquiera. Ahora, pasión hecha una entidad en sí misma; un valor
simbólico tan intenso que hace de La Bombonera una seña de identidad
indisoluble con lo que supone ser Boca Juniors; eso no se consigue con ningún
dinero del mundo, ni en ningún otro lugar que no sea la República de La Boca,
en cuyo centro late el corazón de todos los bosteros: La Bombonera.
Por Alberto Moreno para Boca es Nuestro