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DIAGONALES ASESINAS




Ayer el querido Heber Mastrangelo cumplió 70 años. Y en "Boca es Nuestro"  no nos olvidamos de quienes tanta gloria dieron para que Boca sea lo que es hoy. 

El Beto Moreno preparo una columna que les dejamos en Audio y Texto pero además hablamos con el Heber en una nota sumamente emotiva. Felicidades nene!

Lo que dijo Ernesto "Heber" Mastrangelo en Boca es Nuestro:

"El equipo del Toto Lorenzo era uno de los mejores de la historia. Todos sabían una barbaridad con la pelota y cada uno en su posición era el mejor".
"Toti Veglio era mejor que Zidane".
"El Toto Lorenzo podría dirigir hoy y estaría 100 años adelantado a todos los técnicos".
"Estuvimos 8 partidos sin que nos hagan ningún gol en la Copa Libertadores. Y antes la Copa era más dura. Jugabas 10 minutos y 15 te agarrabas a trompadas".
"Cualquiera de los delanteros de antes podíamos gambetear porque todos sabíamos. Hoy en día solo tenés a Pavón, pero no tiene la técnica que tenían los jugadores de antes".
"Palacio es el más parecido a mí de los últimos años. Fue uno de los mejores delanteros de la historia de Boca. No tiene el reconocimiento que merece".
"Antes, cuando el técnico era más viejo era más respetado. Ahora eso se perdió. Hay jugadores que dijeron que en la última etapa Bianchi era viejo para dirigir y no es así".
"Yo de entrada no anduve bien en Boca. Encima tenía un problema en la uña. Tardé un tiempo en estar a la altura de mis compañeros".
"En Boca si no sos campeón no sirve. La Libertadores del 1979 fue la que mejor jugamos, pero como perdimos la final nadie se acuerda".
"El jugador tiene que ser agradecido al hincha. El hincha de Boca es lo más grande que hay".
"Nosotros salíamos a la cancha y sabíamos que íbamos a ganar. Y los rivales sabían que cuando jugaban con nosotros iban a perder".




DIAGONALES ASESINAS

Aparecía de pronto, como si nunca hubiese estado ahí. Como si viniese de otro tiempo. Inesperado, frío, letal, implacable... Si quedaba mano a mano era más probable que en Núñez hiciese calor a que la jugada no terminase en gol. No importaba la magnitud del partido, ni la del rival, él simplemente no fallaba. Sabía que en el área siempre hay un tiempo más. ¿No me crees? Acordate del gol al Borussia por la Intercontinental. Varios casi mueren de un infarto cuando recibió de Felman, esperó todo lo que hacía falta y la mandó a guardar para marcar el segundo. Y él tranquilo, como quien ceba un mate o espera el asado para que no se arrebate. Aparte, no eran partiditos ¿eh?  ¿Querés finales? Ahí tenés una del mundo. O si querés hay de América, también. Como el golón que le hizo al Cali por la Libertadores: de zurda al ángulo, previo enganche.  ¿Querés en clásicos? Y ahí tenés el pique electrizante y la definición por debajo del cuerpo de Fillol para dejarlos afuera de la semi de la Copa del 78 en la mismísima Heladera. O al año siguiente, en el mismo escenario y por la misma instancia, pero esta vez ante el Bojo, dejando en el camino a Pogany  y definiendo con el arco vacío en el último minuto del alargue. Ya les había hecho uno en la ida, por si no alcanzaba.

Como no todo es Copa en la vida, el Heber, Ernesto Mastrangelo quién otro, también la mandaba a guardar seguido por el torneo local. Y le encantaban los clásicos, donde la metía seguido. Contra riBer la metió dos veces en el ’76, una en el Metro (1-1) y otra en el Nacional (2-0 en el Freezer). Además de los tantos coperos,  a Indesingente le marcó dos veces más (Metros ’76 y ’77) y siempre que él la metió, Boca ganó. A San Lamento lo tenía alquilado: jugó cuatro veces contra los cuervos y les hizo cuatro goles, encima Boca ganó 3 y empató 1. También lo tuvo a maltraer a Racing, con tres tantos en tres partidos oficiales, los tres ganados por Boca. No hacía el quinto de una goleada, además. Era el tipo que hacía el gol para abrir el partido, y para cerrarlo también. Te descuidabas en los minutos finales y te la mandaba a guardar. Te descuidabas en los primeros minutos y te la mandaba a guardar. Bah, te descuidabas y eras cartera. Así era el Heber, implacable depredador del área.   

Nacido en Rufino, un 5 de julio de 1948, era bostero de pibe y fana de Paulo Valentim. Soñaba con hacerle goles a riBer como su ídolo, mientras metía fierrazos de derecha y de zurda también en los descampados del pueblo.  Fierrazos que pensó que nunca más podría meter cuando, a los 6 años, la noche  se le vino en pleno día. El Heber se enfermó de polio y estuvo un año en cama. Desde la ventana veía a sus amigos jugando a la pelota y, aunque él no lo sabía, algunos médicos le habían dicho a su mamá que no iba a poder volver a caminar.  Pero mamá Nelly -la misma que le decía Heber aunque no la hubiesen dejado ponerle ese nombre en el registro civil- fue quien le masajeó las piernas 15 minutos por hora, todos los días durante un año, porque el doctor dela familia le había dicho que así se iba a recuperar.  Y así, de a poquito, paso a paso, pudo volver a caminar.

Empezó jugando en Jorge Newbery de Rufino, hasta que se fue a probar a Central. Metió cuatro goles en el partido y le dijeron que le iban a mandar el telegrama. Pero el telegrama nunca llegó, así que se fue a probar a Atlanta, de la mano de un amigo de su papá. Le alcanzaron quince minutos al Nano Gandulla –ex gloria Xeneize- para ficharlo.  Con Gandulla y con Victorio Spinetto mejoró aún más su pegada, que tenía la particularidad de no ser tan potente, pero sí increíblemente precisa. Era el más pibito de la pensión, que compartía con el Loco Gatti, y el mimado de doña Paca, la cocinera española que les dio de comer hasta llegar a Primera.  Debutó en el Bohemio en 1968 y deslumbró enseguida. Era chico pero fuerte, pero por sobre todas las cosas era veloz y astuto, una combinación letal.  Se paraba de 7, pero lo suyo no era desbordar, sino trazar diagonales asesinas al corazón del área, su hábitat natural.  Y ahí, lo dicho: definía como el mejor 9. 

Tras tres años en el Bohemio, las vueltas de la vida lo llevaron a riBer. Anduvo muy bien, pero no lo supieron valorar y se fue Unión en el ’75. Las plumas se arrepentirían toda la vida. Porque ese año el Tatengue haría un campañón con el Toto como técnico y con el Loco, el Chapa y Heber en el equipo. Lo buscaban San Lamento e Indesingente, pero cuando en el ’76 el Toto pasó a Boca, los tres primeros jugadores que le pidió a Armando fueron Mastrangelo, Gatti y Suñé. El Puma lo recibió con esta frase: “Salvo Boyé, acá putearon a todos los que usaron la 7, espero que no te pase lo mismo a vos”. No le pasó ni de cerca. Es más, lo amamos enseguida. Su primer socio fue el Toti con el que se entendían de memoria. Y cuando llegó Marito, se produjo la simetría perfecta. La ecuación era pelotazo de Zanabria + diagonal de Mastrangelo. El resultado daba siempre gol. El Heber era pura picardía: les hablaba a sus marcadores, les contaba chistes durante los partidos para distraerlos. Y claro, en cuanto se desconcentraban, él ya estaba picando derechito al arco.

El Heber fue el gran goleador del equipo del Toto y sin dudas uno de sus jugadores favoritos, de los que mejor sabían interpretarlo dentro de la cancha. Estuvo seis años en Boca y dio seis vueltas olímpicas: dos Metros (76 y 81), un Nacional (76), dos Libertadores (77 y 78) y una Intercontinental (77). Jugó 134 partidos y metió 56 goles, hasta que una rodilla mal operada en el ’80 le cortó las alas. En el ’81 apenas pudo jugar un partido (ante Huracán) que significaría su despedida del Xeneize.  Claro, cuando se fue aquel recibimiento del Puma se dio vuelta por completo: la camiseta número 7 se volvería emblemática como pocas. Y durante años la 7 sería la de él, la del Heber, el de las diagonales asesinas. 

Por Alberto Moreno para "Boca es Nuestro"



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Boca es Nuestro" Todos los jueves de 18.30 a 20.00 hs por Radio Ired. El equipo está conformado por Vanesa Raschella, Eduardo Eliaschev y Claudio Giardino en la conducción. Los columnistas que cubren las principales actividades de nuestro Club son Martín Marzolini en básquet, Vanesa Raschella en futbol femenino, Martín Herrera en fútbol profesional, Jacqueline Vezzosi en divisiones inferiores fútbol masculino, Mariano Reverdito en el polideportivo, y el invalorable aporte de Alberto Moreno recordándonos de dónde venimos en cada hecho histórico de nuestro Club. Con la producción general de Leo Zallio, Gabriel Martin, Fernando Burruso, Martín Herrera, Daniel Lubel y Maximiliano Catanzano en diseño y gráfica.
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