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Rattin, el Hombre de Acero


Un 7 de septiembre pero de 1956 y nada menos que frente a riBer debutaba un flaco alto y espigado, de rasgos angulosos y físico imponente (medía 1,90). Casi que parecía un superhéroe, un Superman. Y aunque no tuviese capa, termino siendo nuestro Hombre de Acero, un verdadero superhéroe Xeneize. El que debutaba ese día era un pibe de la tercera, de apenas 19 años –en una época en la que se ponía pie en primera siendo más grande-, contra el rival de toda la vida y suplantando a un prócer como Eliseo Mouriño. Pero no le pesó. Si había algo que tenía el pibe era personalidad, por eso Mario Fortunato no dudó en ponerlo. Y por eso el propio Eliseo lo bancó a muerte, aunque le terminase sacando el puesto.

Salió a la cancha con la mano vendada porque se había caído de una escalera en el laburo que necesitaba para bancar la parada: el pibe era electricista. Así que con la venda tapando una protección de cuero –otros tiempos- el pibe se calzó la 5 de Boca y salió a enfrentar a un riBer en el que en su posición jugaba un referente del puesto: Néstor “Pipo” Rossi. De hecho, el pibe admiraba mucho a Rossi, con quien lo comparaban en inferiores. Pero no le tembló el pulso ni por el partido, ni por el calibre de los rivales que debía enfrentar. Tal fue el ímpetu, que en una jugada lo levantó por el aire al Feo Labruna. Mientras caballerosamente lo ayudaba a levantarse, el crack riverplatense le tiró una premonición: “Tranquilo pibe que no va a ser la última vez que juegues en Primera”.  Mirá si habrá acertado, que el pibe terminaría jugando 15 años en la Primera de Boca, un total de 625 partidos en todo concepto (382 de ellos oficiales). Y encima en ese primer partido, la rompió, dejando en claro de qué se trataba lo suyo: corte y juego, buen pase y dominio de las alturas, personalidad para plantarse y hacerse dueño del círculo central, y prodigalidad para meter la patita como manda la genética bostera.

Aquella tarde del 7 de septiembre Boca ganó 2-1 con goles de Zubeldía y Senes, descontando Venezza para las plumas. Así describió Carlos Fontanarrosa en El Gráfico del 14 de septiembre el debut de Antonio Ubaldo Rattín – de quién estamos hablando para quien aún lo haya sacado-: “Rattin, que se presentó en primera nada menos que contra River, jugó como si fuera propietario del lote que pisaba. Sin complejos, duro, se atrevió al foul y desde el comienzo mostró su carácter. Es del ‘tipo Rossi’, es decir, dominante, impulsivo; es más alto que el centromedio riverplatense, le gusta el fútbol lindo y el arco rival. No es de los que se aplastan sino de los que tienen levadura. Justo para Boca”.

“Justo para Boca” decía el periodista y no podía tener más razón. Rattín no salió más del equipo y se convirtió en el Rata, baluarte Xeneize e imagen y semejanza de cómo debía jugar un 5 de Boca. Había nacido un 16 de mayo de 1937 en Tigre, justo él que en la cancha defendió la azul y oro con la fiereza de un tigre, hijo de un maquinista de barco de transporte en el Delta que no quería que juegue al  fútbol. “Los futbolistas son todos vagos”, le decía, “Quiero que termines el Industrial”: Dicho y hecho, nunca fue a ver a su hijo rasparse las rodillas en La Bombonera. Pero el Rata lo entendió, eran otros tiempos. Antes de llegar a Boca había jugado de ocho en Santa Magdalena, un club del barrio, se había probado en Racing (1954), y lo habían buscado Tigre (1955) y Chacarita, que  lo apalabró para que fuese por 5000 pesos (una fortuna para la época y más por un juvenil), pero apareció Nano Gandulla… Que ofreció veinte pesos por su pase. Veinte pesos pero a Boca. El Rata no lo dudó y entró en la quinta Xeneize donde sus dos partidos los jugó… ¡en alpargatas! Es que el Hombre de Acero calzaba 45 y no había pares disponibles.   

De esos comienzo en alpargatas a transformarse en el gran caudillo Xeneize de la segunda mitad de los ’50 y de la década del 60. Con una personalidad arrolladora, temperamento ganador que no reconocía la palabra derrota. No al menos sin haber dejado hasta la última gota. Era el patrón de Boca, que no escatimaba pierna y era temido y respetado por sus rivales. Cómo olvidar la súplica de Pelé: “Rattín, sin la pelota no. Con la pelota dame todas las que quieras, ¿estamos?”.  Y el Rata dejando las cosas claras: “Quedate tranquilo. Cuando yo la agarre no te voy a hacer nada. Ahora sí, preocupate por no agarrarla vos, porque cuando te vea con la pelota… te reviento”.

El Rata lograría 3 títulos de liga con la azul y oro (1962, 1964, y 1965), más la Copa Argentina de 1969, además de llegar –en 1963- a la primera final de las diez finales de Copa Libertadores que disputaría Boca. El Rata, el que debutó ganándole a riBer y quien jugaría 33 veces contralas plumas y logrando 13 victorias. Triunfos memorables como el 3-2 de 1959 en la Heladera, donde Boca lo dio vuelta tras ir perdiendo 2-0; o el  1-0 del penal de Roma en 1962 que valdría el primer título Xeneize desde 1954; o un nuevo 1-0, esta vez en 1963, y en el gallinero para arruinarles el campeonato;  o el 4-0 y en su cancha por la Copa Jorge Newbery de 1964; por no mencionar las dos victorias por 2-1 de 1965 para sacarle la punta y salir campeones. En todas esas jornadas épicas estuvo el Rata para mandar desde el círculo central.  

En 1969, cuando los años empezaban a pesar sobre esas piernas largas, apareció el Muñeco Madurga con su dinámica para quedarse con el puesto. El Rata no se ofendió ni mucho menos, no reclamó  como muchas estrellitas actuales. Lo entendió y al año siguiente, tras un partido con Banfield, sintió que sus compañeros no le pasaban la pelota porque no le tenían confianza, y decidió retirarse. “Mi meta era triunfar en Boca, no irme nunca” dijo alguna vez, en sus tiempos de jugador. Y vaya si lo logró: el Rata jamás se irá de Boca, porque el Rata es Boca.

Por el profe Alberto "Beto" Moreno para Boca es Nuestro. Foto: El Gráfico



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