Allí, con la Intercontinental bien en alto, el Capitán de Capitanes: el Chapa Suñé. Es el 1° de agosto de 1978 y Boca alcanza la cima del mundo por primera vez. No sería la última, por supuesto.
Boca terminaba de redondear un momento brillante, único hasta entonces: tras bicampeonar en la Argentina en 1976 y en la Libertadores en 1977 y 1978, el Xeneize accedía a jugar la ansiada Copa Intercontinental. En realidad, la edición correspondía a 1977 pero, como ocurrió con toda la Copa, la cosa no iba a ser sencilla. Primero por que el campeón de Europa, el Liverpool, se empezó a hacer el difícil, argumentando problemas de calendario. Se buscó y se buscó coordinar una fecha y así pasó de largo 1977. Hasta que finalmente el Liverpool se bajó, como lo haría nuevamente en la edición de 1978, privándonos de la chance de lograr otra Intercontinental. El motivo real de la deserción del Liverpool fue que no querían ir a jugar a la Argentina tras el golpe de Estado, sea por una cuestión ética, sea por temor a las bombas de la guerrilla. Lo concreto es que arrugaron.
Y decimos "ir a jugar a la Argentina", porque en aquel entonces se jugaban dos finales, una de local y otra de visitante. Por supuesto, que la segunda final era en el Viejo Mundo, que para eso somos sudacas. Cuestión que la Copa se disputó entonces contra el Borussia Moenchenglachblad, subcampeón europeo, que contaba entre sus filas con varias figuras del seleccionado teutón. El primer partido fue el 21 de marzo de 1978, en el Templo y la cosa vino complicadísima. No parecía que iba a ser así cuando a los 15 del primer tiempo, el Heber metió una de sus clásicas diagonales, gambeteó al arquero y la mandó a guardar. Pero, tal vez culpa del modelo espantoso de camiseta ideado por Oscar Tubbio, a Boca se le empezó a poner cuesta arriba. Porque los alemanes empataron a los 24 y pasaron al frente a los 28, en un blitzkrieg letal. Boca se fue a buscar el empate tirándole el Templo encima, pero los teutones resistían ferozmente. Hasta que a los 51', el Loco Salinas desbordó por la derecha, y el Rusito Ribolzi apareció por el medio, para mandarla a guardar entre una maraña de piernas. La Bombonera se vino abajo y Boca siguió buscando, pero la cosa quedó en tablas.
La revancha, prevista para agosto, porque estaba el Mundial en el medio, pintaba jodidísima. Al punto que no hubo transmisión de televisión, total Boca iba a perder. Claro, no sabían de quién estaban hablando. El Toto, un genio del fútbol, planificó hasta el más mínimo detalle. Empezó por inflarles el ánimo a sus jugadores recordándoles que el Ladri Menotti había armado su Selección campeona del mundo dejando afuera a todos los jugadores de Boca -excepto Tarantini, que estaba libre- que venían de ganar torneos locales y Libertadores. Así, tipos que debían y merecían estar como Gatti, Pernía, Mouzo, Suñé, Benítez, Zanabria o el Heber, vieron el Mundial por televisión. Esta final Intercontinental, les remarcó el Toto, era SU Mundial, era su chance de enrrostrale en la cara a Menotti cuánto había meado afuera del tarro. Después metió un par de cambios respecto al equipo de la primera final: volvió el Loco (lesionado en la ida) y para sorpresa de todos, sacó a Panchito Sá y a Mouzo y armó una dupla central con Tesare y Bordón, y metió al Colorado Suárez de lateral izquierdo. Sacó al Chino Benítez y lo puso al Loco Salinas de 8, y encima fue a jugar con tres delanteros, ¡a Alemania! Adelante estaba el infaltable Heber, más Felman que había vuelto del Valencia por una cláusula contractual que le permitiía jugar la final, y a Saldaño, un nueve tanque pero con manejo, al estilo Funes.
El Toto, zorro viejo, no bien pisó Alemania, empezó a tirarle flores a Saldaño. Decía que era la nueva promesa del fútbol mundial, que estaba a la altura de Kempes, reciente goleador y figura del Mundial. Los germanos compraron el caramelito y le pusieron doble marca a Saldaño, descuidando los dos aviones que iban por las puntas: el Heber y Felman. Ahí empezó a ganar el partido. Partido que tenía diseñado en un su cerebro ajedrecístico desde hacía meses. Porque los alemanes estaban en plena pretemporada, lentos y duros, y por eso el Toto metió un equipo de livianitos, con Tesare, Bordón, Suárez, el Loco Salinas... Los alemanes tenían defensores de calidad, que se mandaban al ataque, y por eso el Toto les metió tres delanteros, que los dejaron anclados atrás todo el partido. Y les pasó por encima. A los 2 minutos, Felman empezó a garpar la apuesta abriendo el marcador tras una corrida meteórica. A los 33, el Heber se tomó toooodo el tiempo del mundo para hacer el segundo, tras desborde y centro atrás de Felman. y dos minutos después, el Loco Salinas liquidó la faena, cruzándola al segundo palo tras una contra fulminante. Y se acabó la cosa. Sí, sí, con una hora de partido por delante, el asunto estaba finiquitado. Boca campeón del mundo.
¿Perder de visitantes? ¿Los europeos son más poderosos? ¿Imposible ganar una Copa de visitante en Europa? Esto es Boca, papá.
Por ALBERTO MORENO
Boca es Nuestro