En la Antigua Roma el mes de marzo era una época de fiesta. Los Idus marcaban el comienzo del año romano y a partir del día 15 se celebraba largo y tupido. Eran tiempos de buenos augurios, salvo para Julio César quien desestimó las advertencias de una pitonisa –“Cuídate de los Idus de Marzo”- y fue asesinado en esa fecha.  ¿Y a qué viene todo esto? La historia que nos ocupa se refiere a unos Idus boquenses: dos fiestas y dos asesinatos –futbolísticos- en marzo. Y curiosamente separados por diez años casi exactos. Eso sí, ambos sucesos tuvieron como escenario el mismo gélido lugar…

El primer Idus fue el 12 de marzo de 1972 cuando riBer recibió al Xeneize en la Heladera, por la tercera fecha del Metropolitano. Boca era dirigido en ese momento por el chileno Fernando Riera, quien era bastante cuestionado desde el año anterior, especialmente tras perder el clásico en noviembre ante una formación juvenil de las plumas. Por el lado gallináceo, también su técnico –el brasileño Didí- estaba en la picota por ser uno más de los muchos DT que no conseguían cortar la maravillosa racha sin títulos que a esa altura llegaba a los 14 años. Así que había amenaza de guillotina para el que perdiese.

Boca formó con el Loco Sánchez, el Chapa Suñé, Nicolau, Rogel, y Marzolini; Orlando Medina, Peracca, Patota Potente; Mané Ponce, el Tula Curioni, y el Piqui Ferrero. Siete de inferiores, ya que estamos. Esos serían los 11 encargados de ejecutar la masacre. Mané abrió el marcador a los 18 del PT, y aumentó a los 56, enganchando hacia adentro en un mano a mano y dejándolo sentado a  Barisio. La superioridad xeneize fue total y para que no quedasen dudas, apareció el Tula Curioni para ajusticiar por duplicado, a los 75’ y 77’, el segundo un go-la-zo de cucharita.

Sin dudas, semejante gol que encima decretaba la máxima goleada de visitante hasta entonces, merecía un festejó apoteótico, con los 11 jugadores xeneizes abrazados. Pero como suele ocurrir Boca fue una vez más el conejillo de indias de la AFA. En ese torneo se estrenaba una regla según la cual, para evitar demoras en la reiniciación del juego, no todos los jugadores podían abrazarse para celebrar un gol. Así que el árbitro Juan Carlos Rodríguez, muy coherentemente (?) decidió expulsar al capitán, el señor  Silvio Marzolini, por exceso desmedido (???).  Desde ya que la norma se desechó al poco tiempo.

Diez años después, Boca reincidió y volvió a destrozar a riBer en el Videla, esta vez por la quinta fecha del Nacional de 1982, en partido interzonal. Esa vez, el Xeneize dirigido por Vladislao Cap, formó con el Loco Gatti; Luquez, Ruggeri, Mouzo, y Córdoba; el Chino Benítez, el Tano Passucci, y Marito Zanabria; Quiroz, Gareca, y Matuszyczk.  Sabrán disculpar las malas palabras. Debido a problemas institucionales,  riBer presentó varios juveniles para recibir a un Boca que trataba de digerir la partida del Diego, apenas un mes antes. Vaya sorpresa para los escasos simpatizantes de riBer presentes, cuando a los 4’ de juego su escuadra pasó al frente con gol de un tal… Jorge Alberto Tévez. La verdad es que las plumas arrancaron jugando mejor y sorprendieron al Xeneize.

Pero claro en esa época los traidores innombrables jugaban para Boca. Y lo hacían muy bien. Primero, a los 12’, el cordobés apareció por el segundo palo para empatar con un cabezazo furibundo, con festejo de cara a la tribuna local incluido. Y 18 minutos más tarde nuestro número 9  puso las cosas 2-1 con un misil tierra-ángulo. Así terminó el primer tiempo. La segunda mitad sería una masacre. Boca aplastó la floja resistencia de los pollitos con dos goles de Cacho Córdoba en los primeros diez minutos. El primero: pase perfecto de Marito Zanabria para el pique al vacío de Córdoba, y violento zurdazo al ángulo de Cacho. El segundo fue de derecha, recogiendo el rebote del arquero Montes, quien le había atajado el penal. La fiesta se cerró a los 75’, cuando nuestro rubio número 9 hizo gala de la potencia que lo caracterizaba para pasarles por encima Coccimano y Montes y marcar el quinto.  Jorge García, lateral riBerplatense, tuvo la chance a los 88’ de acortar diferencias, pero desvió su penal y la cosa quedó sentenciada: 5-1, la máxima goleada de visitante en la historia de los clásicos. “Cuidate de los idus de marzo” rezaba en el  “Julio César” de Shakespeare. Se ve que en riBer no lo leyeron…

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