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SER UN RIQUELME por SEBA VARELA DEL RIO



No tengo idea en quĂ© dĂ­a de mi vida me volvĂ­ un Riquelme. Si fue en aquella tarde de radio en la casa de un amigo en la que, mientras escuchaba un partido de Independiente, el cronista que salĂ­a al aire desde otro lado decĂ­a que en Boca habĂ­a debutado un pibito que prometĂ­a. Tampoco estoy seguro si fue en la noche en la que le pedĂ­ a mi viejo que me llevara a ver a la SelecciĂłn por primera vez, porque debutaba Juan Román. Yo tenĂ­a 10 años y lo Ăşnico que recuerdo con total certeza es que un tipo en la platea de la Bombonera no paraba de gritarle a Daniel Passarella: “Ponelo al nene Riquelme”. Al nene. Son cosas que te quedan marcadas. Puede haber sido en la tarde en la que entrĂ© por primera vez al Monumental, porque por Ă©l, por Riquelme, conocĂ­ las dos canchas más grandes del paĂ­s mirando a la SelecciĂłn. Estimo que el baile que les pegĂł a los uruguayos en las Eliminatorias me terminĂł de enamorar. Pero faltaba.
Pude haberme vuelto un Riquelme durante mi etapa como periodista. Tal vez en una tarde perdida del 2010 en la que, con los dos encargados de la cobertura de Boca de viaje, un editor me dijo casi sin pensar: “Escribite algo de lo del contrato de Román, que parece que se demora”. Fue la Ă©poca en la que más aprendĂ­ de la profesiĂłn a la que amo. No tengo idea si me convertĂ­ en un Riquelme en mi primera cobertura de una final internacional, allá en el PacaembĂş, con Corinthians-Boca, cuando Román se vaciĂł y se fue a su casa por seis meses. Lo que no pude olvidarme fue la cara del PatrĂłn BermĂşdez, que me mirĂł despuĂ©s del discurso de despedida del 10 y me dijo: “¿Y ahora quĂ© vamos a hacer?”. Por ahĂ­ me convertĂ­ en un Riquelme en su Ăşltima vuelta, con Carlos Bianchi en el banco. O en el acto secreto de generosidad en el que el 10 le preguntĂł a un amigo sin decirme: “¿Le va ayudar al pibe con los jefes si le doy una nota?”.

No tengo idea en qué mañana, tarde o noche me decidí a intentar convertirme en un Riquelme. Pero tengo muy en claro lo que es ser un Riquelme. Porque Riquelme hace rato que dejó de oficiar de jugador y se convirtió en un concepto y en un modo de ejercer la vida. Entonces, descubrí que ser un Riquelme era, además de meter las más deliciosas pelotas de gol, frenar a la barra del club ante cada apretada. Y negarles el dinero que obtenían de otros ídolos, cómplices de alientos desmedidos. Entendí, ahí, cubriendo a Boca, que ser un Riquelme es cenar cada jueves con los amigos del barrio. Y que eso no cambia, tengas la que tengas y hagas lo que hagas. Que en su forma de vivir la vida puede ser perfectamente normal llevarse a comer a Puerto Madero a un hincha que venía desde la Villa 31 para verlo. O parar en un semáforo y, ante el pedido de un autógrafo de un desconocido, sacar una camiseta del baúl, firmarla y regaláserla. O pagarle los remedios a los vecinos del barrio o ayudar a costear la cirugía de un familiar de un amigo o devolver la plata durante una lesión para ayudar a los pibes de las inferiores. Siempre evitando que tales historias se supieran. Eso es ser un Riquelme. Y aunque no puedo precisar el día en el que tomé la decisión definitiva, en el medio logré conocerlo un poco y puedo decir que Juan Román es un hombre de bien. Y que, al fin y al cabo, muchos de los que lo denostan deberían empezar a ser un poco más Riquelmes. Así, tal vez la vida les guarde algo lindo a la vuelta de la esquina. En La Boca, en la Paternal o en el lugar que sea.

Nota completa en SER UN RIQUELME

Seba Varela del RĂ­o @sebavdr

 Foto de portada gentileza de Marcelo Mendieta
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