Pude haberme vuelto un Riquelme durante mi etapa como periodista. Tal vez en una tarde perdida del 2010 en la que, con los dos encargados de la cobertura de Boca de viaje, un editor me dijo casi sin pensar: “Escribite algo de lo del contrato de Román, que parece que se demora”. Fue la Ă©poca en la que más aprendĂ de la profesiĂłn a la que amo. No tengo idea si me convertĂ en un Riquelme en mi primera cobertura de una final internacional, allá en el PacaembĂş, con Corinthians-Boca, cuando Román se vaciĂł y se fue a su casa por seis meses. Lo que no pude olvidarme fue la cara del PatrĂłn BermĂşdez, que me mirĂł despuĂ©s del discurso de despedida del 10 y me dijo: “¿Y ahora quĂ© vamos a hacer?”. Por ahĂ me convertĂ en un Riquelme en su Ăşltima vuelta, con Carlos Bianchi en el banco. O en el acto secreto de generosidad en el que el 10 le preguntĂł a un amigo sin decirme: “¿Le va ayudar al pibe con los jefes si le doy una nota?”.
No tengo idea en quĂ© mañana, tarde o noche me decidĂ a intentar convertirme en un Riquelme. Pero tengo muy en claro lo que es ser un Riquelme. Porque Riquelme hace rato que dejĂł de oficiar de jugador y se convirtiĂł en un concepto y en un modo de ejercer la vida. Entonces, descubrĂ que ser un Riquelme era, además de meter las más deliciosas pelotas de gol, frenar a la barra del club ante cada apretada. Y negarles el dinero que obtenĂan de otros Ădolos, cĂłmplices de alientos desmedidos. EntendĂ, ahĂ, cubriendo a Boca, que ser un Riquelme es cenar cada jueves con los amigos del barrio. Y que eso no cambia, tengas la que tengas y hagas lo que hagas. Que en su forma de vivir la vida puede ser perfectamente normal llevarse a comer a Puerto Madero a un hincha que venĂa desde la Villa 31 para verlo. O parar en un semáforo y, ante el pedido de un autĂłgrafo de un desconocido, sacar una camiseta del baĂşl, firmarla y regaláserla. O pagarle los remedios a los vecinos del barrio o ayudar a costear la cirugĂa de un familiar de un amigo o devolver la plata durante una lesiĂłn para ayudar a los pibes de las inferiores. Siempre evitando que tales historias se supieran. Eso es ser un Riquelme. Y aunque no puedo precisar el dĂa en el que tomĂ© la decisiĂłn definitiva, en el medio logrĂ© conocerlo un poco y puedo decir que Juan Román es un hombre de bien. Y que, al fin y al cabo, muchos de los que lo denostan deberĂan empezar a ser un poco más Riquelmes. AsĂ, tal vez la vida les guarde algo lindo a la vuelta de la esquina. En La Boca, en la Paternal o en el lugar que sea.
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